Kamikaze

Desde joven destacó por su condición mutante. Sus capacidades físicas estaban muy por encima de lo humano, y su entrenamiento la llevó a convertirse en una luchadora excepcional, con dominio de múltiples artes marciales. Su estilo combinaba fuerza, precisión y una velocidad que hacía honor a su nombre. Japón la reconoció pronto como su gran heroína nacional, algo que no muchos lograban en un país con una larga tradición de superseres tecnológicos y guerreros aumentados.

Sin embargo, el punto de inflexión en su vida llegó durante la Tecnoguerra. Allí estuvo a las puertas de la muerte. El conflicto no solo destruyó buena parte del entorno superheroico japonés, también la transformó a ella. En ese escenario extremo heredó la katana maldita de Musashi Miyamoto, convirtiéndose en su Guardiana. No fue una mera transmisión de un arma, sino una responsabilidad espiritual y simbólica que marcó profundamente su futuro.

La misma batalla que la llevó a aceptar ese legado le arrebató un ojo en la explosión que mató a su amigo y mentor. La pérdida no detuvo su camino, tiempo después ese ojo fue sustituido por un implante cibernético, añadiendo una nueva capa a su identidad. Lo que antes era una guerrera mutante y maestra marcial se convirtió también en una metahumana tecnológica, una síntesis inusual de disciplinas y legados que pocos podían reclamar.