La Naga

Asha de Cindraor

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Descripción

Asha es una mujer alta, esbelta y de movimientos fluidos, marcada por años de disciplina física y mental. Su piel cálida refleja la luz con un matiz dorado, y su largo cabello moreno cae como una cortina oscura que acompaña cada gesto. Sus ojos verde esmeralda son intensos y expresivos, capaces de leer tensiones y emociones con una precisión inquietante. Su rostro sereno rara vez muestra grandes emociones, pero cuando sonríe lo hace con sinceridad suave y contenida.

Su cuerpo se mueve con absoluta precisión y silencio, como si respondiera a un ritmo interno constante. Incluso en quietud transmite equilibrio, firmeza y una calma profunda que desconcierta a quienes la observan.

Al activar su Kundalini, un efecto sutil recorre su cuerpo, la respiración se vuelve más profunda, su columna realiza un movimiento ondulante y una vibración interna asciende desde la base de la espalda hasta la nuca, tensando su piel como si una serpiente invisible se deslizara bajo ella. Sus ojos adquieren un brillo intenso, y el aire alrededor parece contener la respiración por un instante. No es magia, es pura energía vital despierta.

Interpretando a Asha

Asha es tranquila, serena y observadora. Habla poco y escucha más. Cada gesto está medido; cada palabra, escogida. No responde desde la rabia ni la impulsividad, respira, observa y actúa desde el equilibrio.

Lee a las personas por su respiración, postura y ritmo emocional. No juzga de inmediato, entiende primero. En combate se mueve con fluidez y precisión, sin furia, sin caos, sin desperdiciar movimiento. Su autocontrol es férreo.

Aunque es reservada, no es fría. Tiene una empatía silenciosa y un sentido natural de protección hacia otros. Su seriedad puede generar momentos cómicos, interpreta bromas literalmente o responde con calma absoluta a situaciones absurdas. Esto no la ridiculiza la hace mas humana.

Con aliados desarrolla camaradería lenta pero sólida, comparte técnicas, corrige respiraciones, se preocupa por su bienestar y se interpone sin pensar entre ellos y el peligro.

Nota para el Guionista: Uso del Chi (Kundalini)

El Chi de Asha no es magia. Es el límite absoluto de su control corporal, emocional y energético. Cuando activa su Kundalini puede:

Regla clave Multiplicar x10 el daño físico o multiplicar x10 el efecto de una habilidad general.

Ejemplos narrativos

  • Acechar: movimiento completamente inaudible, prácticamente invisible.
  • Saltar/Trepar: saltos y ascensos cercanos a lo sobrehumano.
  • Investigar / Percepción: lectura corporal tan precisa que anticipa acciones.
  • Influenciar: una frase corta que desarma emocionalmente o impone calma inmediata.

Transfondo

Asha nació en Valdoria llevando un nombre que, según muchos, nunca debió ser suyo, Asha de Cindraor.

Los Cindraor siempre habían presumido de un linaje antiguo, prestigioso y profundamente ligado a la magia. Cada generación daba lugar a magos brillantes, ritualistas temidos y custodios de secretos que dormían bajo sellos milenarios. La magia corría por sus venas como si fuera parte de su sangre.

En todos… menos en ella.

Su nacimiento fue producto de una relación prohibida entre su padre, Señor Cindraor y administrador del Tesoro, y una cortesana de voz suave y espíritu libre. Él, temeroso del escándalo, decidió reconocerla. Aquel intento de “hacer lo correcto” se convirtió en una mancha imborrable dentro de la casa.

Su madrastra jamás la aceptó.
Sus hermanas la trataron como a una intrusa que contaminaba su apellido.
Los sirvientes la miraban con el recelo de quien observa una grieta que puede desmoronar un muro.

Asha aprendió muy joven a sobrevivir leyendo rostros, anticipando explosiones emocionales y moviéndose entre silencios que podían cortarse con un cuchillo. Su habilidad para manipular no nació por maldad, sino por pura supervivencia. Comprender a los demás era la única forma de mantenerse entera.

El golpe decisivo llegó a los diez años, durante el examen arcano obligatorio para quienes llevaban el apellido Cindraor.
Tras largas horas de rituales y pruebas, los magos anunciaron lo impensable.

Asha no tenía magia.
Nada.
Ni una chispa.
Ni un eco.
Un vacío absoluto.

Para la familia, aquello fue como descubrir una grieta en el corazón mismo de su linaje.

Su madrastra no tardó en proponer una solución.
Comentó, con una compasión tan falsa como perfectamente calculada, que quizá La Orden de las Nagas podría encontrarle un propósito. Que allí sabrían qué hacer con una niña así.

El padre, incapaz de enfrentarse a la mujer y ansioso por proteger la imagen de su casa, aceptó.
Asha fue enviada fuera de Valdoria como quien empuja un mueble defectuoso para no verlo más.

No lloró.
No protestó.
Solo se hizo una promesa silenciosa.

No volverán a romperme.

La Orden de las Nagas

Donde la niña sin magia descubrió que no estaba rota

El viaje hacia la Orden no fue un destierro brusco, sino una caída lenta.
Abandonó Valdoria sin despedidas ni lágrimas. En la Torre Cindraor había sido una grieta; en la Orden, le dijeron, tal vez tendría un propósito. Nadie se molestó en explicárselo.

Cuando llegó a las Tierras Profundas de Kish’var, lo primero que notó fue el silencio. No era un silencio vacío, sino uno lleno de respiraciones antiguas. El Bosque de Seshara no la acogió con calidez, pero tampoco con rechazo. La midió, la sopesó y la aceptó con la misma neutralidad con la que un árbol acepta la lluvia o la sequía.

El entrenamiento sin palabras

Las Nagas no la recibieron con ceremonias ni con desprecio.
La observaron como a cualquier recién llegada, un cuerpo que respira, un ritmo interno, un impulso que podía quebrarse o transformarse.

Allí no había magia, ni linajes, ni maestros que recompensaran o castigaran.
Solo había prácticas, respiraciones, movimientos y una disciplina que atravesaba el cuerpo entero.
Un equilibrio que había que buscar cada día.

Asha llegó convencida de que estaba vacía. Las instructoras vieron algo distinto, una joven desordenada por dentro, pero con espacio para algo más.

Lo que despertó

Mientras otras niñas repetían ejercicios con obediencia mecánica, Asha imitaba los movimientos ondulantes que veía en las columnas del bosque. Había una serpiente interna en ella, aunque aún no sabía nombrarla.

En la Brecha de Luz, un claro donde siempre caía un rayo vertical de sol, ocurrió el cambio.
Respiró con un ritmo que no había sentido nunca. La columna se aflojó, la mente se aquietó y algo profundo, antiguo y cálido comenzó a ascender por dentro.

No era magia ni un don, tampoco una bendición divina.

Era Kundalini.
El mismo fuego que Shesha’ra, la Naga Primordial, enseñó sin una sola palabra miles de años atrás.
Una energía que no le debía nada a ningún linaje.

Cuando Asha abrió los ojos, ya no se sintió defectuosa. La niña bastarda se había disuelto. Solo quedaba alguien que por fin empezaba a escucharse.

Catorce años bajo raíces antiguas

El bosque la moldeó igual que había moldeado a tantas antes que ella.
Su cuerpo se volvió flexible y firme, capaz de moverse sin dejar huella.
Su mente aprendió a distinguir entre impulso e intención.
La percepción interior, que antes era refugio, se transformó en brújula.
Su intuición emocional se volvió precisa, capaz de leer miedo, mentira o deseo con apenas un gesto.
Su Kundalini se convirtió en una serpiente despierta, dispuesta a elevarse cuando lo necesitara y a dormir cuando debía.

Asha aprendió a moverse sin sombra, a escuchar antes de actuar, a no permitir que su dolor dirigiera su paso.
Comprendió que las Nagas no buscaban poder, sino equilibrio. No luchaban por dominar, sino para restaurar lo que estaba roto.

Y descubrió que su aparente vacío no era un defecto, sino un espacio donde algo nuevo podía crecer.
Un espacio que en Valdoria jamás habrían reconocido.

La discípula serpentina

A los veinticuatro años, Asha se había convertido en una de las practicantes más respetadas del Monasterio de la Columna Ardiente.
No destacaba por su fuerza ni por su agilidad, aunque le sobraban ambas. Su verdadero poder estaba en su comprensión del Impulso y de la Calma, los dos ejes del camino serpentino.

Nunca tuvo magia, pero en la Orden nadie la esperaba. Nadie la necesitaba.
Su ausencia de poder arcano no era un defecto, sino la razón por la que su Kundalini brillaba con tanta claridad.

Había llegado como una niña rota.
Se marchó convertida en Naga.

Regreso a Valdoria

El linaje que la rechazó recibe a una hija que ya no les pertenece

Asha regresó sin esperar nada.
Habían pasado catorce años desde que dejó la ciudad atrás. Catorce años respirando con calma ondulante, escuchando su fuego interno antes que cualquier ruido del mundo.

A pesar de eso, al ver las torres pálidas de Valdoria sintió que una sombra antigua se acercaba.
No era miedo ni nostalgia.
Era la memoria de aquella niña que se acostumbró a leer amenazas en cada gesto.

Pero esa niña ya no existía.

Su respiración se alargó.
La columna se aflojó.
La sombra retrocedió.

El recibimiento

Su padre fue el primero en verla. Los ojos cansados y las manos temblorosas revelaban a un hombre que había vivido más en dudas que en decisiones. La abrazó con torpeza y cariño.

Su madrastra no mostró odio. Mostró inquietud. La mirada de quien ve regresar un problema que creía resuelto.

Asha no reaccionó. Había aprendido que responder al impulso de una emoción ajena solo te encadena.

Se limitó a respirar y a observar.

La calma de Asha descolocó a todos.

Una presencia incómoda

Los Cindraor eran una casa de magos.
Ella, en cambio, pertenecía a algo que no podían nombrar.

No tenía magia, ni rituales, ni instrumentos arcanos.
Era un cuerpo que respiraba distinto, un ritmo que no encajaba en sus registros.

Pero Asha veía lo que ellos no querían ver:
el equilibrio roto que recorría la casa.
Hermanas enfrentadas.
Documentos movidos sin permiso.
Silencios espinosos cargados de intereses.
Una tensión espesa alrededor de la torre familiar.

Su padre, quizás intentando reparar años de cobardía, hizo entonces un movimiento inesperado.

No la nombró Guardiana de la Cámara del Tesoro por cariño ni por tradición.
Lo hizo porque, tras años de susurros y pequeñas anomalías, había empezado a sospechar que alguien dentro de la familia manipulaba los sellos de vigilancia y los pactos residuales.

Nadie con magia podía pasar desapercibido para las protecciones.
Nadie excepto alguien sin magia alguna.

Asha era invisible para los rituales de control.
Vigilar sin ser vigilada era un papel que solo ella podía desempeñar.

El nombramiento no se anunció públicamente. Fue un gesto discreto, casi clandestino, que solo profundizó la inquietud de la madrastra.

Asha lo entendió de inmediato.
Aquel movimiento alteraba un equilibrio que ya estaba fracturado.

Y en Valdoria, donde el orden arcano es sagrado, romper un equilibrio siempre atrae consecuencias.

La noche sin luna

La caída de un linaje y la caída de una hija

Los atacantes entraron sin dejar rastro.
Conocían cada pasillo, cada turno de guardia, cada trampa mágica. Para cualquier mago aquello habría sido imposible. Para Asha, la explicación era clara, el enemigo estaba dentro.

Las runas de vigilancia no fallaron por casualidad. Las protecciones estaban autenticadas con sellos familiares, y alguien había usado uno para suspender temporalmente los círculos de defensa y crear la ilusión de normalidad. Asha reconoció el patrón al instante, era el mismo sello que su madrastra utilizaba para revisar los archivos del Tesoro. Los atacantes no activaron una sola alarma mágica porque, técnicamente, las puertas les habían sido abiertas desde dentro. Solo la vigilancia silenciosa de Asha impidió una catástrofe mayor.

Su cuerpo reaccionó sin pensamiento.
La respiración serpentina despertó cada músculo.
La columna onduló.
El Kundalini ascendió como un filo invisible.

Luchó sin rabia ni miedo, con la precisión que solo puede nacer de quien intenta restaurar un equilibrio arrasado. Y aun así, aquello no era un robo.

Era un golpe.

Un golpe destinado a quebrar a la casa Cindraor… y a ella con ella.

Su padre murió protegiendo un cofre lleno de pactos antiguos. Asha sintió cómo su vida se apagaba. Por un instante, el impulso quiso dominarla; la serpiente interna quiso ascender con furia. Recordó entonces la Doma del Impulso y se aferró a ella. Pero el golpe final llegó de donde siempre lo sospechó. Desde dentro de su propia casa.

Cayó inconsciente.

El juicio que nunca fue juicio

Cuando despertó, la decisión ya estaba tomada.

Las declaraciones del consejo, las pruebas manipuladas y los testimonios amañados habían sido preparados antes incluso de que ella fuera capturada.

Era un juicio ceremonial.
Una fachada para sellar un pacto político entre ramas de la casa.
Los Cindraor no podían permitirse un escándalo público ni una investigación arcana que revelara la traición interna.

El veredicto estaba escrito antes de que Asha abriera los ojos.

Para la madrastra, Asha no era solo un error del linaje. Era un riesgo.
Tras el ataque, comprendió que Asha había empezado a ver demasiado:

  • las grietas en la familia,
  • los documentos movidos sin permiso,
  • pactos viejos manipulados para beneficio propio,
  • el rastro emocional de sus mentiras.

Asha no tenía magia.
Tenía algo peor para cualquier conspirador:

la habilidad de leer emociones y mentiras antes de que tomaran forma.

La madrastra no buscaba quitarse de encima a una bastarda.
Buscaba eliminar a la única persona capaz de ver la verdad tras su máscara.

La sentencia

La ley impedía ejecutar a una noble.
Así que eligieron la salida más cómoda, enviarla al Pozo del Destierro.
Un portal del que nadie regresaba y que se tragaba cualquier escándalo sin dejar rastro.

La madrastra no sonrió.
Solo anunció que Asha, por fin, encontraría el silencio que había buscado.

Asha no respondió.
Respiró.
Aflojó la columna.

Una Naga acepta lo inevitable, pero no deja de observar.

Mientras la empujaban hacia el torbellino ancestral, comprendió que no la desterraban por debilidad.

La desterraban porque no habían logrado romperla.

Valladolid (Tierra Zero)

La serpiente encuentra un nuevo jardín

El Pozo la expulsó como si el mundo la escupiera. Apareció en mitad de la noche, en un cielo que no reconocía. Cayó de golpe en el estanque del Campo Grande, envuelta en un remolino helado. Durante unos segundos no supo si estaba viva, muerta o atrapada en algún lugar intermedio.

Era la medianoche del 31 de octubre.
La ciudad estaba llena de máscaras, disfraces y sombras que celebraban su propia parodia de monstruos. Asha emergió del agua empapada, confusa, convertida en una aparición real entre figuras de plástico.

Caminó entre la multitud sin llamar la atención. Su piel húmeda, su mirada intensa y su andar silencioso parecían parte de algún disfraz que nadie intentó descifrar.

No entendía esta ciudad, pero comprendía los cuerpos.
Leía ritmos, tensiones, impulsos.

Su Kundalini ardía más vivo que nunca.
En un mundo sin resonancia mágica, su energía interna brillaba con una fuerza casi dolorosa.

Encontró refugio esa noche bajo un puente del Pisuerga, donde la corriente le recordó, de forma tenue, al río Písano de su tierra. Durmió allí su primera noche como exiliada. No del todo derrotada, pero sí perdida en un mundo que no era el suyo.

La primera semana fue dura, aunque no imposible. Aprendió rápido los sonidos nuevos, las palabras que nunca había visto escritas. No lo comprendía todo, pero lo suficiente para sobrevivir.

Y lo bastante como para reconocer una injusticia.

Una noche oyó gritos.
Motos.
Insultos.
El olor del miedo en el aire.

Una joven era arrastrada hacia una furgoneta por un grupo de motoristas.
Asha no entendía algunas palabras, pero reconocía la violencia en cualquier idioma.

Se acercó sin vacilar.

Los motoristas la tomaron por una loca.
En pocos segundos descubrieron su error.

El Kundalini se encendió.
Asha se movió con la fluidez de una sombra líquida.
Golpeó con precisión serpentina y derribó a los agresores sin darles tiempo a entender qué había ocurrido.

La chica escapó. Asha no tuvo esa suerte.

La policía llegó entre sirenas.
La encontraron rodeada de cuerpos y motos, sin documentos ni explicación posible.
La detuvieron.

Pasó dos noches entre rejas, respirando con cuidado para no arrancar el metal de pura desesperación.

El juez, saturado por las detenciones de Halloween, decidió dejarla libre con varios cargos menores, agresión, resistencia, daños materiales y una acusación que la acompañaría más veces de las que deseaba recordar, “obstrucción involuntaria de una operación policial”.

Salió sin nombre, sin hogar y sin mundo.

Pero con un propósito.

Forjarse en esta realidad desconocida, aprendiendo a escuchar lo que este mundo quiere mostrarle.
Encontrar personas, experiencias y saberes que le permitan sostener su propio equilibrio en un lugar que aún no comprende.
Crecer sin esperar recompensa, sin buscar retorno, sin dejar que la herida de su pasado guíe cada paso.

Si algún día encuentra el camino de vuelta a Terra, lo hará con la mente clara y la columna ligera.
No para derrotar a nadie, sino para no permitir que la fractura que otros crearon rompa su equilibrio.

Cada noche en estas calles será oportunidad para afinar su percepción, para leer las tensiones del mundo y decidir cuándo intervenir y cuándo dejar que la vida siga su curso.

Una Naga no se apresura.
Una Naga no se venga.
Una Naga avanza porque respira.
Y Asha sigue respirando.

La Naga

Nivel 1 Total PCs: 70

Resumen de Combate

Acciones por asalto 3+1
Iniciativa y Reflejos 55+20
Puntos de Vida 60
Equilibrio Mental 102

Origen

(17 PCs)
  • Terrana
    • Ajena (sin magia)
  • Vigilante
    • Disponibilidad de armamento a dificultad reducida
    • Recarga rápida
    • Recuerdos dolorosos
    • Voluntad férrea
  • Artista Marcial con Chi
    • +20 Acechar/Discreción
    • +20 Saltar/Trepar
    • +30 Mod. de Impacto
    • Acceso al uso del Chi
  • Manipulador
    • +20 Idea
    • +20 Influencia
    • +20 Otro Idioma
    • Puede repetir una tirada fallida de resistencia a prejuicios

Datos de Combate

  • Inconsciencia 6
  • Recuperación 2 PV/h
  • Resistencia a gases y venenos 35%
  • Resistencia a prejuicios 30%
  • Modificador de fuerza 1d10
  • Peso Levantado 500Kg
  • Daño absorbido físico 15
  • Daño absorbido mental 40
  • Modificador de impacto 30+10
  • Modificador Psionico 30
  • Parada Fisica 50+10
  • Parada mental 75
  • Salto (alto / largo) 3,6m/11m (x2)

Características

(50 PCs)
Fuerza 100
Constitución 105
Agilidad 110
Inteligencia 102
Percepción 110
Apariencia 101
Voluntad 102

Armas

(2 PCs)
  • Khopesh de Tamahagane 73%
    Daño 3d10+30+Mod Fue. Cargado de chi ignora el DA físico del objetivo
  • Sheng Biao 73%
    Daño 2d6+20+Mod Fue.

Habilidades

  • Acechar/Discrección (AGI+PER)/2 110+20%
  • Comb. cuerpo a cuerpo (AGI+PER)/2 110%
  • Conocimientos generales (INT/3) 34-10%
  • Esconderse (AGI+PER)/4 55%
  • Idea (INT)/2 51+20%
  • Influencia (INT+APA)/2 101+20%
  • Idioma nativo (INT) 102%
  • Investigar (INT+PER)/3 70%
  • Lanzar (FUE+PER)/4 105%
  • Primeros auxilios (INT)/2 51%
  • Suerte (PER+VOL)/4 53%
  • Trepar y Saltar (AGI) 110+20%

Habilidades Especiales

(7 PCs)
  • Otro Idioma (Req) - Inglés (INT/3) 34+20%
  • Artes Marciales (Req.) (2xPER)/3 73%
  • Concentración 54%
  • Arma Especial: Khopesh 73%
  • Arma Especial: Sheng Biao 73%
  • Armas Blancas (AGI+PER)/3 73%
  • Rastrear 53%
  • Supervivencia (Bosque) INT/2 51%

Historial

(-8 PCs)
  • Vagabundo
  • Solitario
  • Con antecedentes penales
  • Identidad desconocida
  • Resistencia a prejuicios -20

Equipamiento

(2 PCs)
  • Tiara Mental
    Reduce daño por ataques mentales al 10%
  • Amuleto de Velocidad
    +1 acción de combate
  • Botas de Lert
    Duplica su capacidad de salto

Notas

  • Cuando usa su chi en su cuerpo este adquiere un brillo verdoso
  • El Khopesh se ilumina al colpear cuando esta cargado con chi
  • Suele usar el Sheng Biao como ayuda para moverse entre azoteas y zonas elevadas